Hay días que prefiero ir y almorzar solo en mi departamento. De esa manera no tengo que hablar ni discutir qué quiero comer, dónde quiero ir o sonreír a la garzona.
Busco algo congelado o que pueda preparar rápidamente. Hoy fueron lentejas, tengo varios potes de la última vez que preparé, listos para esta clase de emergencias.
Como mientras hojeo una revista o escucho música... a veces lo único que necesito es mirar por la ventana, aunque tenga las cortinas cerradas, es en días como estos en que más detesto la luz, prefiero la penumbra.
Termino de comer y lo que más lamento es que está por acabarse... esa hora en que no tengo que hablar, en que no tengo que sonreír y tratar de llegar a otras personas, con sus consultas, llamadas telefónicas, correos electrónicos, mensajes al smartphone, redes sociales y demases. Innumerables manotazos de ahogado, tratando de mostrarse únicos, irrepetibles y establecer una relación, un contacto, conmigo, con cualquiera.
Ya pasó la hora. Trato de estirar el momento prendiendo un cigarro que fumo en la terraza.
* me gusta la canción.
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2 comentarios:
Esos momentos son los más efímeros pero también los más valiosos.
Un abrazo.
No has actualizado
y el otro de programaciones y cosas así, no lo entiendo.
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